Resumen

Ser o no ser, Golden Joe jamás se planteó la cuestión. Tener es su palabra mágica; poseer su única preocupación. Heredero de un imperio financiero de la City londinense, educado en el reino del materialismo puro y duro,  el dólar es su credo, el beneficio como razón de ser.Sin embargo, la aparición espectral de su difunto padre sobre la pantalla de su ordenador va a trastocar su seguridad de máquina de fabricar oro. Mientras que descubre las intrigas criminales que agitan a su familia, se da cuenta que el hombre no es un robot desprovisto de sentimientos.Nunca pensó que se pudiese amar, sufrir, reír o llorar. Comprende por fin que hay algo podrido en el reino del capitalismo.¿ Sobrevivirá a esta revelación? ¿ Se humanizará? ¿ Vale la pena volverse humano?

Comentarios del autor

« He aquí mi única obra pesimista »

  He aquí mi única obra pesimista, incluso desesperada. A la fuerza, ya que hablaba de dinero... el tema escogido daba el tono. Golden Joe, se sitúa en un futuro cercano, en el corazón de la City de Londres, ahí donde circula, aumenta o desaparece el dinero por las venas y arterias de las empresas bursátiles. Me anticipo al futuro, es decir hago un análisis estilizado y polémico de nuestro presente. He explorado en nuestra sociedad, los signos de deshumanización, y a partir de ahí, he creado un mundo hiperbólico, un mundo de expertos, de tecnócratas y de chicos de oro donde reina el beneficio, donde sólo vale el dinero, donde el interés regula todo intercambio, donde triunfa lo eficaz, donde el elemento humano no es más que una técnica de comunicación que se aprende en los manuales de gestión. Joe es la viva imagen del éxito, calculador, estratega, únicamente interesado en enriquecerse, indiferente  a toda emoción o sentimiento, dándole a la sexualidad una importancia comparable a la gimnasia. Joe  producto de esta sociedad, también ha sido moldeado por su madre, Meg, que ha hecho de él un robot para evitarle la angustia y la culpabilidad que la devoran. Pero esta maquinaria perfecta va a desajustarse. Las apariciones de su padre muerto en las pantallas de los ordenadores y el asesinato accidental de un niño sacudirán a Joe y lo llevarán  « al mundo de los olores ». El dinero no huele.Lo humano sí. Joe vive este descubrimiento como una enfermedad pero enseguida se engancha. Con el entusiasmo de los nuevos conversos- se acaba de convertir a lo humano-  se excede. Él, que tan bien había interiorizado las leyes del mercado, quiere ahora ignorarlas. Desorganiza su vida y su entorno. Se dirige a su ruina.Aquí se expresa sin duda mi pesimismo. Joe quiere cambiar el mundo ; no lo conseguirá. Lo intenta de varias formas, la caridad, el humanitarismo, el socialismo, el comunismo, el interés por las creencias religiosas... no hay manera. El dinero va a los ricos, crea ricos, prosigue con  su tarea de crear desigualdades. El capitalismo, atacado, incluso enfermo, sobrevive siempre. Ningún idealismo, ninguna filosofía, ninguna treta triunfa. No se sobrevive en esta jungla dirigida por la ley del más rico. Sin embargo el dinero no enriquece. Pero ningún sistema, ningún programa harán que disminuya la fiebre de la ganancia, ni nos sacarán de la crematística.¿ Tenía derecho a ser políticamente pesimista yo que soy optimista metafísicamente? ¿ Tenía derecho a expresar tal desasosiego ? ¿ Ser políticamente incorrecto ? No, si nos ceñimos a ciertos periódicos que se cebaron con la obra con más violencia que si hubiese secuestrado a un niño o violado a una anciana. Me dieron todas las facilidades para contestar a las críticas, me invitaron a programas, pero, demasiado sensible, aturdido, poco dado a la polémica y desprovisto totalmente de un carácter malabarista, ni me molesté en defenderme.Como decía Beaumarchais, justificarme sería admitir que podría haberme equivocado. Esta obra tuvo sus seguidores, sus defensores, sus partidarios. La quiero con ternura como se quiere a un hijo maltratado por la vida. Abundan las referencias a Hamlet cuyo esquema toma prestado - desde las apariciones del padre a la hecatombe final- y retoco ciertos personajes porque estimo que no se puede escribir una obra sobre la condición humana actual sin rendir homenaje a la obra maestra de Shakespeare. Dublin, Irlanda, el 23 de enero de 2000Eric-Emmanuel Schmitt