Resumen

Oscar, un niño de 10 años, vive en el hospital infantil. Ni los médicos, ni sus padres se atreven a contarle la verdad sobre su enfermedad. Sólo Rosa, mujer refunfuñona, repartidora de pizzas, habla con él sin rodeos. Para distraerle, Rosa le propone un juego a Oscar: hacer como si cada día fuesen diez años. Le regala de estaera una vida entera en unos cuantos días.

Para que se abra más todavía, le propone que escriba a Dios. En sus cartas, Oscar admite su dolor, sus inquietudes, sus alegrías, su primer amor, el paso del tiempo...
Una singular amistad surgirá entre Rosa y Oscar. Los dos están lejos de imaginar hasta que punto esa complicidad va a transformar sus destinos.

Críticas

La Vanguardia - « Una película calificable como imprescindible »

El cáncer, el corto camino hacia la muerte... Una película sobre semejantes temas tiene todos los números para ser mirada con recelo o soslayada directamente. También está su título español, acaso razonable, pero que sólo alude a una de las grandes cuestiones contenidas en el filme. Ocurre, además, que no se corresponde con el original, Oscar et la dame Rose,sino al de una película norteamericana, Letters to God (2010), codirigida por David Nixon y Patrick Doughtie, basada en un hecho real y con similitudes en su argumento. La actriz

Ana Diosdado estrenó en 2005 la adaptación teatral del libro de Eric-Emmanuel Schmitt, con el nombre de Óscar o la felicidad de existir.

Autor de obras también estrenadas en versión catalana, casos de El visitant, El llibertí y Petits crims conjugals,el francés Eric-Emmanuel Schmitt le regaló hace ocho años a su compatriota François Dupeyron la historia de El señor Ibrahim y las flores del Corán,sobre la amistad en París entre un tendero árabe y un adolescente judío. El propio Schmitt debutaba tras la cámara en 2006 con Odette, una comedia sobre la felicidad.

Retornemos a una película calificable como imprescindible, porque puede proporcionar una aventura interior que nos induzca a replantearnos muchos lugares comunes. Con unos padres incapaces de sumergirse en su universo de tragedia, fantasía y humor, el niño protagonista, Oscar, tiene un encuentro inesperado. El azar pone en su camino a una mujer inmersa en la crisis de los cuarenta, Rose, cuya existencia también cambiará radicalmente.

Es esta mujer siempre enfurruñada quien le propone disfrutar cada uno de sus días como si se tratara de diez años de su vida. Es decir, vivir cada día como si fuera el primero, con el eterno afán de curiosidad y fabulación que anida en la mente infantil. Que tal el edificio se sostenga también es mérito de la pareja protagonista.

lluis Bonet Mojica

Fotogramas - « Una película igual de intensa que la novela »

En las páginas literarias donde nacieran las vivencias del pequeño Oscar ('Oscar y Mamie Rose') no acertaba el lector a imaginar que esas íntimas confidencias, esos miedos y duras preguntas que el niño protagonista se hacía, nos hacía, hacía a Dios, pudieran dar lugar a una película igual de intensa que la novela. Un paso intermedio fue el teatro, y allí, Éric-Emmanuel Schmitt (firmante asimismo del relato) encontró algo que respetaba la fuerza del original: la distancia entre escenario y platea intensificaba el pudor, la emoción. El traslado a la gran pantalla convierte ese pudor en cercanía física (cada secuencia entre Oscar y Rose es un pequeño prodigio de delicadeza y melodrama del que te toca), y la relación epistolar entre el sufriente chaval y ese ser superior al que dirige sus acusaciones, al cual le comunica en primera persona su situación, se resuelve con un equilibrado uso del off o del diálogo no (cor)respondido. Huyendo de la pornografía de los sentimientos, y tropezando a veces en ese naturalismo optimista sobre las enfermedades y la muerte de, verbigracia, Albert Espinosa, el film podría haber sido más efectivo, más humano y realista, si no se dejara llevar por una iluminada manera de resolver esta nana terminal, pero esperanzadora. Si hubiese incidido más en la rabia, en ese proceso de odio hacia lo injusto e incomprensible del destino, habría estado mejor, y Oscar nos sería aún más cercano. Que sí, lo está, lo es, y el actor que lo encarna (Amir) está genial (los tú a tú con Max von Sydow, que fuera Jesucristo en Hollywood, y un hombre temeroso que dudaba de Dios con Bergman), pero al final parece que nacemos para morir y eso hay que aceptarlo, no ya con resignación, sino con estética happy ending.

Fausto Fernández

El Semanal Digital - « Una película llena de vida. »

Este viernes se estrena una película maravillosa, tierna, divertida, emotiva. Una lección necesaria para ver la vida, y la muerte, con un poco más de luz. 

Cartas a Dios no es una película fácil, a priori. Un niño de diez años enfermo de cáncer, Oscar, que vive sus últimos días en un hospital; unos padres que no se atreven a contarle la verdad, y que por ello pierden la confianza de su hijo; una galería de niños -a veces amigos, a veces enemigos- que padecen las más variopintas enfermedades; y una gruñona vendedora de pizzas, Rose, que odia los hospitales y la enfermedad y que reniega de los sentimientos, vengan de donde vengan (de Oscar, de su novio, de sus hijos). Pero lo que en principio tiene todas las trazas de acabar en un drama lacrimógeno, trágico e incluso cruel, resulta ser una película emotiva, entrañable, divertida, profundamente humana. Y sorprendente. Porque en Cartas a Dios nada resulta ser lo esperado.
     La malhumorada y malhablada Rose resulta ser un hada madrina para Oscar, su confidente, su vía de escape, su cómplice y su maestra (además de campeona de lucha libre); los días de vida que le quedan a Oscar no son de veinticuatro horas sino de diez años (es el juego que le propone Rose: vivir cada día como si fuese una década); el dolor y la enfermedad se transforman en maravillosas experiencias (el primer amor de Oscar, los altibajos de la adolescencia, la crisis de los cuarenta o el sosiego de la vejez); el miedo y el silencio se tornan esperanza y palabras, en esas cartas que Oscar escribe a Dios comentando sus penas y alegrías, y que cada mañana Rose ata en un globo de helio y suelta hacia el cielo, bajo la iluminada mirada del niño. Y la muerte, siempre presente, acaba siendo más vida para todos, porque ahora Dios entra en juego. Lo que, en estos tiempos convulsos y "tolerantes", es nadar a contra corriente en aguas bravas.

 

Pero, claro, Eric-Emmanuel Schmitt no es un director de cine corriente. Es, además de cineasta, dramaturgo, escritor y catedrático de Filosofía. Sus libros han sido traducidos a 40 idiomas y sus obras se interpretan en 50 países. Ha hecho teatro (El visitante, que es un diálogo entre Dios y Freud), novela (El señor Ibrahim y las flores del Corán) y cine (Odette). La película que ahora estrena está basada en su propia novela, Oscar y la Dama de Rosa, que a su vez nace de una experiencia personal: hace unos años sufrió una grave enfermedad que lo postró en el hospital durante un tiempo, lo que aprovechó para escribir un libro sobre "esos momentos de fragilidad en los que utilizas la imaginación, la fantasía, la inteligencia y el humor para amar la vida a pesar de todo".
     De esa experiencia, Schmitt aprendió que "hay que mirar cada día al mundo como si fuera la primera vez", una maravillosa lección que Rose enseña a Oscar y éste aprende con nota desde su primer encuentro. Porque el escritor francés es, como él mismo reconoce, un gran optimista. Y un gran creyente, a pesar de venir de una familia completamente atea y anticlerical, y vivir en un entorno no precisamente propicio.
     Cuando finalizó su novela, lo último que esperaba Eric-Emmanuel Schmitt era un éxito arrollador. Pero la historia llegó al corazón de la gente, los médicos la compraban por docenas para repartirla entre el personal y los propios pacientes; e incluso los niños de la edad de Oscar empezaron a leerla y a pasarla a sus padres y abuelos. Permaneció 160 semanas entre los libros más vendidos y llegó a ganar un premio de la Academia de Medicina, por contribuir a la humanización del hospital y a la comprensión de la enfermedad.
 

     Durante siete años, Eric-Emmanuel Schmitt vivió pensando que era literalmente imposible adaptar su novela al cine (el tabú de la enfermedad infantil, la muerte inexorable, el tema religioso); pero el éxito le animó y decidió que era una forma de compartir sus emociones. Para no centrarla en el niño, añadió más profundidad al personaje de la dama de rosa, lo que supone el gran acierto de la película: cómo Oscar la ayuda a descubrir el enorme caudal de amor y generosidad que tiene y que ella misma se ha negado siempre a reconocer. Así se lo cuenta Rose a Dios: "Querido Dios: quiero darte las gracias por haber conocido a Oscar; me ha cargado de amor para el resto de mi vida". Y este es, precisamente, el fin último de la película: cargarnos de amor, de esperanza, de generosidad, de verdad. "Has de ver la vida como es realmente, frágil y efímera, para amarla más" nos dice Schmitt. Veámosla así, pues. A partir del 15 de abril en los mejores cines.



Pepe Álvarez de las Asturias

COPE - « Sugerente y divertido realismo mágico »

Cartas a Dios (Oscar et la dame rose) **** (8).

El dramaturgo y novelista Eric-Emmanuel Schmitt se ha convertido en uno de los escritores franceses más leídos, gracias a obras como “El visitante” (1993), “Milarepa” (1997), “El evangelio según Pilatos” (2000) o “El hijo de Noé” (2004). Tras adaptar al cine en 2003 su famosa novela “El señor Ibrahim y las flores del Corán”, en 2006 debutó como director con la versión fílmica de otro relato suyo, “Odette Toulemonde”. Ahora se consolida tras la cámara con “Cartas a Dios”, adaptación de su novela “Óscar y la Dama de Rosa”, de la que ha vendido más de cinco millones de ejemplares y en la que explicita su retorno al cristianismo después de años declarándose agnóstico. El protagonista es Óscar (Amir), un chaval de diez años que está ingresado en un hospital parisino. Ni los médicos ni sus padres se atreven a contarle la verdad sobre su incurable enfermedad, que le provocará la muerte en muy poco tiempo. Sólo habla con él sin tapujos una malhumorada vendedora de pizzas, Rosa (Michèle Laroque), que es católica practicante. Para mantener su mente activa, Rosa le sugiere un juego: afrontar cada día como si fuera una década, para vivir así toda una vida en unos pocos días. Y, para obligarle a abrirse, Rosa le propone que cuente sus experiencias vitales a Dios por escrito. En sus preciosas cartas, Óscar confiesa su dolor y sus angustias pero también sus alegrías, su primer amor, sus amistades… De planteamientos similares a los de “Vivir para siempre”, del madrileño Gustavo Ron, “Cartas a Dios” también afronta el tremendo drama del niño protagonista con un sugerente y divertido realismo mágico —aquí, un poco más naïf y extremado— y con una profunda reflexión sobre el sentido profundo del sufrimiento y su importancia en el proceso de maduración de cada persona. Este punto se afronta en “Cartas a Dios” desde una perspectiva cristiana explícita, concretada en varias referencias dispersas y en una preciosa secuencia en una iglesia —la mejor del filme—, en la que Rosa explica a Óscar el carácter redentor del sufrimiento de Cristo en la cruz y la posibilidad de unir los propios sufrimientos a los suyos. Un enfoque mucho más profundo y sólido que el de los padres del chaval, bondadosos, pero sin fe ni formación, que se quedan perplejos ante la enfermedad de su hijo, y no saben cómo tratarlo. Estas bellas reflexiones y las que el niño plantea en sus cartas a Dios se articulan en la fresca puesta en escena de Schmitt, que integra en delicado equilibrio un valiente realismo con sugerentes insertos fantásticos, a veces un poco estridentes, pero dramáticamente eficaces. También chirría alguna leve sobreactuación en los actores. Pero, en general, realizan unas interpretaciones vibrantes, que tocan la fibra sensible del espectador, sobre todo la del niño Amir y la de la veterana actriz francesa Michèle Laroque.

Jerónimo José Martín

Gente Digital - « Vivir sin miedo hasta la muerte »

Puede que caiga una lágrima de sus ojos cuando la vean o simplemente respiren profundamente, como expulsando los miedos que provoca pensar en la muerte, en una enfermedad terminal con un triste final conocido de antemano. Lo que está claro es que resulta casi imposible sentir indiferencia y no interiorizar este filme ligero, encantador, aunque no por ello falto de profundidad psicológica y un mensaje vital embriagador.

'Cartas a Dios' muestra la historia de Óscar, un niño de diez años e ingresado en un hospital infantil. Padece un cáncer terminal. Ni los médicos ni sus padres se atreven a contarle la verdad sobre su enfermedad, pero él sabe lo que sucede. Reside en un estado de silencio permanente, pero un encuentro casual con Rose, una mujer malhumorada que posee un negocio de pizzas y que acude al centro para venderlas, le hará fijarse en ella y buscar mediante su intuición una confidente.

Ella, incapaz de comprender en un principio la situación, accederá a un cambio de favores para pasar pequeños ratos con el pequeño de forma periódica y acabará proponiéndole un juego muy especial: vivir cada día como si fuesen 10 años, contándole sus experiencias por escrito a Dios en unas cartas que viajarán hacia el cielo en globo.

Las confesiones del niño incluirán dolor y preocupaciones, pero también alegrías, el primer amor y sus divertidas sensaciones sobre el rápido paso del tiempo, utilizando la teoría de Rose. Traban una amistad preciosa, que servirá para que cada uno le enseñe al otro lo que necesita. Óscar despertará la dulzura de Rose, su generosidad y sus ganas de ver las cosas desde una perspectiva más llevadera. Asimismo, Rose le ayudará a morir en un estado de paz y tranquilidad que cualquiera querría para sí mismo.

El final de la película causa conmoción y la ternura que desprende la película, sin caer en el patetismo, tranquiliza el alma y motiva a asumir las circunstancias inevitables de la vida con una óptica sana, para no magnificar más un drama durísimo.

LA ADAPTACIÓN FÍLMICA DEL PROPIO 'BEST SELLER' ESCRITO POR SCHMITT

Escritor, dramaturgo y cineasta, Éric-Emmanuel Schmitt (Lyon, 1960) ha adaptado su novela 'Oscar y la Dama de Rosa', un éxito literario de 2002 en Francia, para crear 'Cartas a Dios'. El libro permaneció durante 160 semanas en la lista de los más vendidos y ha sido traducido a 40 idiomas. Schmitt siempre tuvo en mente llevarlo al cine, pero no quería que su primera película fuese ésta. Firmó 'Odette Toulemonde' (2006) y años después se encargó del guión y la dirección de la actual obra cinematográfica. "Rose cambia la vida de Óscar y Óscar la de Rose. Es una historia de amor en dos direcciones. Cuando me di cuenta de ello, pensé que merecía la pena hacerlo", señala el director.

Marcos Blanco Hermida

Críticas de blogs

StudioCiné Live Blog - « El talento no mira la edad »

(...) Michèle Laroque  muestra una ternura impecable en este difícil papal, ayudada por el joven Amir, en el papel de Oscar, que demuestra una vez más que el talento no mira la edad.

Fabrice Leclerc

Publicaciones

Segundo largometraje de Eric-Emmanuel Schmitt

  • Estreno en Francia y Suiza: 9 de diciembre 2009
  • Estreno en Bélgica: 16 de diciembre 2009
  • Estreno en Canadá: 26 de febrero 2010

Con Michèle Laroque, Amir, Max Von Sydow, Mylène Demongeot, Amira Casar, ...

Oscar y la dama rosa