Resumen

No publicado en español.

8 de octubre de 1908: Adolf Hitler suspende. ¿ Qué hubiese pasado si la escuela de Bellas Artes de Viena hubiese decidido otra cosa? ¿Qué hubiese pasado si, en ese instante, el jurado hubiese aceptado y no rechazado a Adolf Hitler, fomentado y desarrollado sus ambiciones de artista? Ese instante hubiese cambiado el curso de una vida, la de un joven, tímido y apasionado Adolf Hitler, pero hubiese también cambiado el curso del planeta.

Commentarios

« Este es es libro que más me ha costado escribir. »

Este es es libro que más me ha costado escribir.¿ Lo que estaba en juego ? Describir a un monstruo e intentar comprenderlo. ¿  El riesgo ? Darse cuenta de que el monstruo no está tan alejado de uno mismo. ¿ El placer ? Salvar, no ya al monstruo que no tiene perdón, sino a la humanidad, defendiendo que la historia podría haber sido de otro modo.¿ El resultado ?¡ Qué incómodo resulta ser hombre!La idea para escribir este libro surgió en Viena, durante el estreno austriaco de El Visitante. El elegante joven de pelo largo que me hacía visitar la ciudad me llevó a un café a tomar un chocolate caliente y cuando nos sentamos me dijo : es aquí donde venía  Adolf Hitler mientras preparaba su exámen de ingreso a la Academia de Bellas Artes. Que pena que no aprobase, le contesté.Días después mi contestación me pareció menos superficial que a primera vista. ¿ Cómo un joven de 17 años que adora la música, el teatro y la pintura, que sueña noblemente en convertirse en un artista, cómo ese joven naíf, idealista, entusiasta y respetable se convirtió en un dictador asesino, un bárbaro que devasta el mundo, una vergüenza para el concepto que tiene la humanidad de sí misma. Qué relación hay entre el aprendiz de artista y el experto tirano ? El joven se parece a nosotros : somos nosotros. Pero el dictador, ¿ Seguimos siendo nosotros ?¿ Cómo se fabrica, Hitler , en el taller humano ?Me pareció que el fracaso, la frustación, el rencor eran los elementos, las estructuras, que permitieron pasar de un Hitler joven a un Hitler mayor.Todo empezó entonces en Viena, en octubre de 1908, cuando el jurado de Bellas Artes le niega el acceso a los estudios de pintura. En esa época,  Hitler no es antisemita, ni siquiera existe para él el problema judío. Sólo se convertirá en un antisemita cuando tenga la « necesidad » de serlo, como quien necesita una pomada sobre una herida. En esa época, Hitler ya es un ser solitario, sin verdaderos amigos, sin sexualidad, pero se puede pensar que es debido a su juventud y a su llegada a Viena. No es todavía un destino... Ni una fatalidad... La Historia va a construir a Hitler de la misma manera que él va a construir la Historia. Para este mendigo que vive en asilos para pobres, hará falta la guerra de 1914 para que se reintegre en la sociedad. El combate exacerbará su nacionalismo.  Después hará falta la derrota de 1918, el infame Tratado de Versalles, el peligro rojo, para crear el odio antisemita. Y hará falta ese odio para que estalle su talento de orador demagogo hasta entonces desconocido. La historia lo fabrica, pero él se fabrica a sí mismo su interpretación de la Historia.  Decide reaccionar de esa manera. Podría reaccionar de otra manera. Mi novela presenta dos destinos, el del verdadero Hitler y el del otro, el virtual, el pintor Adolf H. que podría haber sido. Uno se suicidará en su búnker en 1945. El otro morirá anciano, en Los Angeles, pintor menor, apreciado pero discutido, viviendo en un siglo XX que no habrá conocido el nazismo hitleriano. Mi novela sigue constantemente dos destinos pero es en realidad la novela de la libertad. De nosotros depende ser así, racistas o tolerantes, pacifistas o belicosos, amantes o exterminadores. No es el jurado de Bellas Artes que construyó totalmente a Hitler suspendiéndolo, es sobre todo la interpretación que de ese suspenso hizo Hitler. En vez de sacar conclusiones de ese fracaso, en vez de darse cuenta de que no había trabajado lo suficiente, que todavía no estaba preparado, que no tenía suficiente talento, Hitler llegó ese día a la siguiente conclusión : « soy un genio y nadie se da cuenta ». Ese rechazo podría haberle enseñado el camino a seguir, pero lo interpreta de manera delirante y paranóica, una de las primeras en la larga lista de su vida.Titulé la novela La parte del otro porque presenta a un Hitler y al otro, Adolf H..Pero la segunda interpretación del título es evidentemente filosófica. El verdadero Hitler se cierra a los otros, se aísla, se convierte en un demiurgo indeferente a todo aquello que no sea él mismo. El Adolf H. virtual se abre a los demás , descubre la parte del otro en una vida de hombre : la sexualidad, el amor, la amistad, la paternidad, las enseñanzas, el duelo.Es a través de esta temática filosófica por la que he intentado evitar caer en lo arbitrario. Porque es arbitrario intentar inventar la otra vida de Hitler, uno puede imaginarse cualquier cosa. Para mí, la manera de evitar la caricatura, de regularla, de canalizarla, era dibujar ese trayecto ético : Hitler se encierra, Adolf H. se abre ; Hitler instrumentaliza a los otros, Adolf H. deja cada vez más que ocupen un espacio de su vida ; Hitler se regodea en sus certidumbres, Adolf H. duda ; Hitler se cree un ser excepcional, Adolf H. va a descubrir que es un ser banal. He sufrido escribiendo este libro pero también me he divertido. No he podido resistir la tentación de hacer que Adolf H. y Freud se conozcan, de tumbarlo en el diván del 18 Bergasse, me he permitido alguna que otra broma en la cuarta parte del libro, cuando imagino un mundo que no hubiese conocido el nazismo. Pero ninguna de mis fantasías es gratuita ni carente de sentido. A través de las sesiones de psicoanálisis, cuento la infancia de Hitler y muestro como se puede uno desembarazar de su infancia. A través de mis hipótesis geopolíticas, me pregunto sobre el peso  de la aventura hitleriana en la historia del mundo : sin la Segunda Guerra Mundial, ¿ Hubiése habido reparto del mundo entre los Estados Unidos y la URSS ? Si Alemania hubiese seguido unida, ¿ Tendríamos hoy un proyecto europeo ? Y, suprema y siniestra ironía, sin la Shoa, ¿ Se hubiese creado Israel en Palestina ?La novela no me interesa si no es filosófica. Tiene que ser una máquina de ideas, provocar la reflexión. Esta me ha sorprendido a mí mismo. Me he encontrado ante pensamientos y constataciones que hubiese preferido evitar. A medida que la escribía, me daba cuenta de que esta novela era una trampa. Una trampa para el lector. Una trampa para el autor. ¿ Por qué ? Porque Hitler no está fuera de nosotros, está dentro. Es una de nuestras posibilidades. Hitler somos nosotros si nos dejamos llevar por las explicaciones simplistas, buscamos chivos expiatorios. Hitler somos nosotros si queremos tener siempre razón, si no nos sentimos nunca culpables. Hitler somos nosotros si nos aislamos de la realidad prefiriendo una teoría mágica. Somos nosotros si dejamos nuestras pulsiones de odio prevalecer sobre nuestro impulso altruista. Somos nuestro peor enemigo.El hombre ha de temer al hombre.Esa era la trampa de « La parte del otro ». Dando la impresión de escribir la vida de otro Hitler, Adolf H., demostraba que el verdadero Hitler no es un otro absoluto, sin relación conmigo, sino que forma parte de mí. El monstruo me habita como habita en cualquier hombre, como habita en la humanidad. Es responsabilidad nuestra mantenerlo para siempre enjaulado o liberarlo... Esta novela filosófica se ha convertido, en su lectura como en su escritura, en una prueba.Un ejercicio de lucidez sumado a una llamada de atención.Y ese es mi gran orgullo.Innsbruck, 15 de febrero de 2002Eric-Emmanuel Schmitt

Críticas

Le Figaro Littéraire - « La parte del otro »

Diga "ucronía" y en seguida las caras se crispan, las cejas se fruncen. ¿Se trata de un insulto? ¿De una secta? ¿De un grupo de rock trash? No, simplemente de un género literario un poco particular. Podemos decir, por ejemplo, que la nueva novela de Eric-Emmanuel Schmitt, La parte del otro, es una ucronía. Es inútil que se lance sobre su diccionario favorito no encontrará ni rastro de esta palabra de consonancia bárbara. Y sin embargo, este neologismo inventado en 1876 por el filósofo Renouvier todavía figuraba en el Larousse Illustré de 1913 con esta definición: "Ucronía (femenino): utopía aplicada a la historia; historia reconstruida lógicamente tal y como podría haber sido." Ejemplo: "La nariz de Cleopatra: de haber sido más corta, todo el aspecto del mundo hubiese cambiado." 

(...)La idea de Hitler, artista consagrado o fracasado, feliz consigo mismo o rabioso, vuelve hoy bajo la pluma de Eric-Emmanuel Schmitt. Su libro es una ucronía de la mejor especie: ¿Y si Hitler hubiese sido aceptado en Bellas Artes el 8 de octubre de 1918? ¿Qué hubiese sido de su vida? ¿Qué hubiese sido del mundo? Como buen ucronista, Schmitt  podría haberse contentado contándonos esa vida exitosa en otro mundo. Pero ¿Qué ha hecho? Dinamita las reglas del género y escribe alternando, la verdadera vida de Hitler y su falso destino. Una elección que sorprende. ¿De qué sirve contarnos lo que ya sabemos? 

De hecho, Schmitt decide sobre todo evocar los años de juventud de Hitler, los que van hasta la primera guerra mundial. De esta época el lector medio no sabe gran cosa. Se sorprende, horrorizado, descubriendo un personaje más bien humano.
"Era el objetivo del juego, afirma Schmitt. Mostrar que no se nace siendo un monstruo, si no que se convierte uno en un monstruo. De hecho durante un tiempo pensé en titular la novela Arqueología de un monstruo. Hitler tenía un bonito sueño: ser pintor, hasta su fracaso, hasta su fracaso, era alguien con el que se podía estar. De estudiante, pasó a ser pobre. Con esta exclusión, el rencor - el "resentimiento", dice Nietzsche - nació. Su integración se produjo a través de la guerra. De golpe, a sus ojos, la guerra se convirtió en principio de existencia. La derrota de Alemania en 1918 constituyó otro traumatismo.
Lo que me interesaba, era mostrar como se fabrica un hombre. Venimos todos de un mismo molde, que puede producir al final dos individuos completamente diferentes. " Mientras que Hitler se cierra a sí mismo y a los otros y cae en la locura que llevará al mundo y a 55 millones de individuos a su pérdida, Adolf H., su doble positivo hace de Don Juan, disfruta de la vida, visita París, conoce a Breton y a los surrealistas. No es ningún ambicioso. Sólo un hombre que quiere vivir en harmonía con su tiempo.
La parte del otro es una novela seria, grave, angustiosa. Es una bella máquina literaria, que fuerza al lector a plantearse preguntas, no siempre evidentes, sobre la parte tenebrosa que dormita en él. Como toda reflexión sobre el mal, merece toda nuestra atención.

Bruno Corty

Le Monde - « La parte del otro »

Justo después de ¿Podemos reírnos de todo?, la pregunta "¿Se puede hacer ficción con todo?" parece tener un próspero futuro - la vida de Salman Rushdie, durante los diez años que siguieron a la San Valentín de 1989, lo ha demostrado claramente. Esta pregunta Eric-Emmanuel Schmitt ha tenido que escucharla ya mil veces. Y mil veces, sin duda, este escritor de cuarenta y un años se ha complacido en contestar, con voz firme (sin ser jamás perentorio, esa no es su naturaleza): " el novelista tiene derecho a todo." A todo, incluso a hacer de Jesucristo, de Poncio Pilatos y de Adolf Hitler personajes de novela, a reinventar la historia para transformarla en decorado de novelas y a repensar incluso la noción misma de destino. A todo, decimos, aunque nunca de manera gratuita. Para este filósofo de formación, que se ha dado primero a conocer por su teatro, la novela quiere ser, en primer lugar, búsqueda de sentido. Y su escritura, la maniobra destinada a extraer una perla de verdad en el magma del universo.

De ahí la absoluta necesidad de mirar al mundo, para intentar comprender, y después suscitar la reflexión en los lectores. "A mi modo de ver, dice, y en la perspectiva de Diderot, el objetivo de una novela es sembrar, chocar, desconcertar, turbar, hacer pensar.  Como esos "muebles para hablar" del siglo XVIII, "ni bonitos ni feos, explica Schmitt, pero que hacen hablar. Hay precisamente un objeto en su casa de París que se podría llamar "para hablar": una puerta artesonada que hace las veces de mesa baja y que le costó su primer caché por el Visitante. En esta obra, que fue un inmenso éxito, se representó durante más de cuatro años seguidos, se tradujo como el resto de sus obras teatrales a un sinfín de lenguas e inspiró incluso una ópera, Dios ya aparecía. Recibido en casa del doctor Freud, a quien interrogaba sobre un mondo psicoanalítico a más no poder.
Algunos años más tarde, aparición de Cristo, en El Evangelio según Pilatos (Albin Michel, 2000) el asunto no tenía nada de anodino en un autor que se rindió a la evidencia de Dios una noche de 1989, durante un paseo solitario por el desierto. Desde entonces Eric-Emmanuel Schmitt es creyente. Lo que no significa devoto, no suprime ninguna de sus cualidades filosóficas, pero les permite al contrario expresarse. " Antes de esa fecha, escribía mucho, pero lo enterraba todo. Después, dejé de estar lleno solo de mí mismo, tenía algo que decir. El mundo ya no era absurdo, era misteriopso." Es para elucidar ese misterio por lo que escribe, buscando a través de cada obra , de cada novella, la clave de la naturaleza humana. Incluído en lo que produce de más monstruoso, como a querido mostrar en Laparte del otro, la novela donde dos Adolf Hitler son los heroes.

Un texto bien escrito, manejado habilmente pero que déjà a veces al lector a distancia- como si este rechazase el horrible parentesco que se le propone, porque el propio autor tampoco lo ha aceptado realmente hasta el final.

Raphaëlle Rérolle

Le Point - « La parte del otro »

(...) Eric-Emmanuel Schmitt, moralista, desdobla al héroe de triste recuerdo para reflexionar sobre la inocencia y la culpabilidad, la libertad y la responsabilidad de cada individuo.Un número de equilibrista intrépido..

(...) Lejos de ilustrar los grandes momentos históricos del Führer, Schmitt evoca a Hitler en treinta escenas íntimas que arrojan una luz extraña y violenta a los entresijos afectivos, sexuales, caracteriales de un extraordinario autólatra que intenta encarnar al héroe  nietzschiano. El éxito de este retrato es sorprendente.

Pierre Billard

Magazine Littéraire - « La parte del otro »

Eric-Emmanuel Schmitt eleva el debate y sitúa su novela entre la segunda muerte de Ramón mercader y el transporte de A.H. En el primer libro Jorge Semprún evoca la historia del movimiento comunista desde la guerra civil española hasta la muerte de Stalin, a través de un héroe concreto, cuyo homónimo "real" fue el asesino de Trotsky. En el segundo libro,Georges Steiner encontraba vivo en una laguna del Amazonas a un cierto Hitler.

(...) La parte del otro hace que la metafísica entre en la Historia, y va más allá de la ficción tomando como personaje principal al funesto canciller.

(...)La parte del otro evoca al doble que está en cada uno de nosotros, nuestra parte de sombra y de muerte. De manera hábil, Eric-Emmanuel Schmitt no despeja la ambigüedad. Se trata de un mismo personaje que se desdobla, o de dos personajes, que tienen el mismo nombre y tienen dos vidas bien distintas - uno entrando en política; otro convirtiéndose en pintor y asistiendo al ascenso de su homónimo...

 (...) Lo vuelvo a repetir, La parte del otro nos habla a cada uno de nosotros. Este es un libro humano, terrible y necesario. Una lección simple y trágica. En cuanto al destino,no es más que una estafa: una forma acelerada del tiempo.

Gérard de Cortanze

Le Soir (Belgique) - « La parte del otro »

¿Qué factores dominan la historia? ¿Las grandes corrientes colectivas o los impulsos individuales?¿El curso de las cosas se modifica con la inyección de ideas aisladas que tienen una incidencia desmultiplicada sobre su desarrollo, o al contrario hace falta que un conjunto de elementos converja para que el río del tiempo modifique su curso?
Esta es una pregunta tormentosa, que no sólo preocupa a historiadores y filósofos. También obsesiona a los novelistas por la simple razón que el imaginario les autoriza a actuar sobre los hechos como quieran. Son los demiurgos que sólo actúan en el campo de la fantasia pero que nos permiten, a nosotros lectores, soñar con destinos alternativos, fastidiar al fatalismo, remontar la cadena de las casualidades, y partir en otras direcciones.

(...) Entre los personajes que han modificado profundamente el desarrollo del siglo XX, Hitler se impone evidentemente en primer lugar. Su delirio personal arrasó al planeta. Un novelista podría concebir esa época sin Hitler : su relato sería de ciencia ficción. Eric-Emmanuel Schmitt parte de otro presupuesto: ¿Y si Hitler hubiese sido otro? ¿Si un hecho en su vida le hubiese alejado de sus demonios ? ¿Si hubiese podido evitar la política, y por tanto, ahorrado su políca al mundo ?

Esa es la apuesta sorprendente de su novela La parte del otro que es ciertamente uno de los libros más excitantes para el espíritu publicados desde hace tiempo. Schmitt es un sorprendente manipulador de intrigas. Dedica el libro a un colocador de bombas artesanales, y él a su manera también lo es. 

(...)En La parte del otro, se complace siguiendo dos líneas narrativas. Partiendo de un hecho detonante de doble cara. En el fondo uno de los más simples: aprobar o no un exámen. 

(...)Schmitt construye a partir de ese binomio « aprobado o no » toda su novela : opone en cada capítulo, el recorrido del que ha sido rechazado por las instancias artísticas, al que llama Hitler, al que ha sido, al contrario, aceptado por ese lugar empíreo, y al que llama Adolf H. La vida del primero nos es por desgracia conocida : Schmitt nos la cuenta a su manera, privilegiando la esfera privada, sus amores extraños, su mezcla entre perversión y puritanismo. Proponiendo algunas interpretaciones que demuestran que Hitler, medio siglo después de su muerte, entra a formar parte del contingente de personajes explorables por la ficción. Pero el itinerario de su doble, Adolf H., es más cautivador, porque está totalmente inventado. Tiene verdadero talento, aunque no sea de esos artistas que marcan una época. Asqueado por la Gran Guerra, se instala en París, frecuenta las vanguardias de Montparnasse, interesa a los marchantes, se casa con una judía americana, se hace olvidar poco a poco como artista, y muere plácidamente en 1970 en Santa Mónica, casi el mismo día en el que un astónomo alemán pisa por primera vez la Luna. Berlín, por supuesto, se ha convertido en la capital de una Europa desde hace tiempo pacificada, ya que la segunda guerra mundial, a excepción de unos cuantos enfrentamientos rápidamente resueltos en la frontera germano-polaca, nunca tuvo lugar...

Es ahí cuando este libro voluntarista, construido por entero sobre una paradoja, se sume en una profunda melancolía, y sólo puede sembrar la duda. Si Adolf H. hubiese vivido, y no su monstruosa réplica que sembró el odio, por mucho tiempo todavía, en la especie humana, ¿Qué habría sido de nosotros ?¿Y quiénes habrían sido todos nuestros otros? Este libro parecerá lúdico para algunos, megalómano para otros, y por razones seguramente válidas. No deja de ser una singular máquina de remover conciencias, cuyas ondas de choque nos perseguiran aún mucho tiempo.

Jacques de Decker

La Tribune de Genève - « La parte del otro »

(...) De la misma manera en que no se nace mujer por Simone de Beauvoir,  se empieza la vida siendo dictador. Existe un momento en el que el menor empujón tiene importancia. (...) Una obra construída y argumentada. El francés escrito con plenitud, un poco como pintan ciertos artistas generosos con su paleta. Hay amor, humor, sorpresas y emoción.

E.D.

Paris-Match - « La parte del otro »

Su Libro está dividido en dos voces: la de Hitler y la de Adolf H., que es pintor. ¿Dónde se para el trabajo del historiador y dónde empieza el del novelista?

-Todos los personajes que cito han existido. No he inventado ni los nombres ni la identidad de las caseras, ni el de los marginales que Hitler conoció. Pero he inventado su substancia novelística y su físico. En ningún caso me he autorizado a reescribir la historia. Como novelista, he entrado en la mente de los personajes. He practicado la empatía sin sentir ninguna simpatía...

- Bajo su pluma, Hitler es director de teatro...

- Hasta el final está fascinado por Wagner. Se casa con Eva Braun para poder morir con ella como Tristán e Isolda. Hasta el final, es un mal pintor gestiona la sociedad, su administración y su vida como un cuadro o un espectáculo.

- ¿Por qué ha hecho de Adolf H. un pintor surrealista?

- No quería enfrentar a un buen y a un mal Hitler. Pero más bien a un ser - Adolf H.- que se deja invadir por las personas que encuentra, por sus pulsiones, sus sentimientos, y otro que no suelta nunca su presa, con una voluntad salvaje. Su leitmotive es: " Me he hecho a mí mismo solo y contra todos." Impuso a todo un pueblo ese sueño de sí mismo a tal punto de convertirlo en una de las pesadillas más grandes de nuestro siglo. Puesto que Adolf H. admite que pueden surgir cosas que no tenía previstas, está en linea con los surrealistas. Dali y Magritte tienen una técnica muy académica, pero su modo de inspiración los singulariza.

- ¿ Cuándo bascula todo entre estos dos personajes ?

- El fracaso de Hitler en el exámen de entrada a la academia de Bellas Artes de Viena lo convierte en un mendigo que va a vagar de casa de acogida en asilo. Se convierte en un frustrado. No se reintegra en la sociedad que por el primer conflicto mundial. Se imagina entonces que la guerra es un principio de la existencia. Encuentra su modelo político en la organización militar. Hasta esa época, no es antisemita. Pero en 1918, ciego y gaseado, conoce la derrota de Alemania desde su cama del hospital. Empieza a delirar, busca una explicación y un culpable: el judío. No desistirá jamás.

- Sus dos personajes se diferencian tambien por su sexualidad... 

- Adolf H. assume completamente su sexualidad. Está muy liberado. Al contrario, Hitler tenía una ausencia total de vida sexual. En ese aspecto seguía una teoría bastante extendida en los círculos de extrema derecha, según la cual había que mantener su savia pura para la reproducción, es decir hasta los 30-35 años. Encontramos tambien aquí las dos grandes diferencias entre mis personajes: la sexualidad es una relación con otro. Uno la acepta, el otro la rechaza a toda costa. 

- ¡Adolf H. es recibido por los Rothschild en París! Va usted un poco lejos.

- ¿Por qué? Los Rothschild ya eran unos grandes coleccionistas. El verdadero Hitler tiene amigos judíos hasta 1918. Integrado en el mundo del arte, nunca hubiese desarrollado ese antisemitismo. No nació con el odio hacia los judíos. Creció en función de su recorrido. Pero, como estos dos hombres siguieron dos caminos diferentes, su conciencia política se desvió totalmente. 

- Ha utilizado un encuentro que aprecia mucho. El de su héroe con Freud. 

- ¿Cómo privarse? Eran vecinos, y le hubiera sentado muy bien a Hitler. Era para mí una manera de hablar de la infancia de mi personaje. Gracias al psicoanálisis, Adolf H. soluciona la mayoría de sus problemas. Antes se desmayaba al mirar a las mujeres desnudas en Bellas Artes. Tras su encuentro con Freud, se casa y tiene una vida sexual y sentimental normal.

- ¿El verdadero Hitler vió a un psicólogo?

- Sí, en 1918. Se trataba bajo hipnosis por un discípulo de Freud. Cuando en enero de 1933 accede al poder, este médico era entonces profesor y anunció a sus alumnos que el hombre que dirigía Alemania estaba loco. Dos meses más tarde fue destituido. Se escapó a Basilea, en Suiza. Y en abril lo encontraron muerto, supuestamente se había suicidado en su habitación. Le dio tiempo de esconder en una caja fuerte de la ciudad el dossier psiquiátrico codificado de Hitler. Pienso que un día acabarán por encontrar ese documento

- Hablar de Hitler en una novela, ¿No es muy peligroso?

- Por supuesto. Pero es aún más peligroso callarse. Acabamos por olvidar quién es y aparece Bin Laden. Al principio este tipo no es muy diferente de nosostros: de niño de y joven adulto, Hitler no era un monstruo. Se convierte en uno después de 1918, con 30 años.

- Usted es a la vez novelista y dramaturgo. ¿Qué menciona en su tarjeta de visita?

 - Escritor. Es el que ejerce las dos profesiones. En el siglo XVIII ser escritor  significaba ser dramaturgo. es sólo en el siglo XIX cuando se decreta que la novela lo era todo y el teatro ya no era gran cosa. Desde que he escrito mis tres novelas, comprendo por que el teatro es tan difícil. El texto no lo es todo. Es sólo el alimento de los actores, del director. En la novela, todo está en el texto. Mientras que en el teatro la totalidad de la obra se encuentra sobre el escenario.

Jérôme Béglé

Publicaciones

  • En alemán, publicado por Ammann Verlag
  • En coreano, publicado por Balgunsesang Publishing Co
  • En francés, publicado por Albin Michel y livre de Poche
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  • En francés, publicado por Albin Michel y livre de Poche
  • En griego, publicado por Kastaniotis
  • En italiano, publicado por Edizioni e/o
  • En neerlandés, publicado por Uitgeverij Atalas, 2010
  • En noruego, publicado por Pantagruel Verlag AS
  • En polaco, publicado por Znak
  • En portugués, publicado por Ambar
  • En sueco, publicado por Storm Forlag AB/Pantagruel Forlag
  • En vietnamita, publicado por Nha Nam